Capítulo Veinticuatro

En la penumbra de la habitación principal, Nara estaba sentada al borde de la cama. La luz tenue que atravesaba las cortinas blancas teñía el ambiente de calma. Miraba el marco colgado en la pared que contenía su foto de bodas con Bastian: él en su traje gris, ella con un elegante kebaya blanco, ambos irradiando felicidad.

Nara suspiró con tristeza.

Se levantó con suavidad y acarició el marco con delicadeza. Su dedo recorrió el contorno de sus rostros sonrientes.

“En aquel entonces… todo parecía perfecto,” murmuró. “Hasta que llegó ese diagnóstico.”

Su cabeza cayó y aunque no derramó lágrimas, sus ojos brillaron con pesar.

“¿Por un simple veredicto médico? ¿Me destruiste todo, Bastian? Trajiste a esa mujer a nuestra casa, como si yo solo fuera un adorno.”

Desde la sala, se escuchaba la voz de Veni, elevada y aguda.

“Mamá, ¡estoy agotada! ¡Nara se vuelve más insolente cada día! Esta mañana incluso me abofeteó.”

“Lo sé,” respondió Maia, la madre de Bastian, con voz fría. “Pero no te dej
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