El aire fresco de la mañana en Roma envuelve a Isabella mientras sale del hospital, su paso firme pero contenido, a pesar de que la herida en proceso de curación le recuerda con cada movimiento lo cerca que estuvo de la muerte. Renatto camina a su lado, su mirada fija en el camino mientras dos de sus hombres mantienen la vigilancia. Al llegar al auto, abre la puerta sin mirarla, pero Isabella siente la tensión en sus hombros, como un volcán a punto de estallar.
Los días siguientes pasan en la elegante, pero vigilada, casa de los Corleone en Roma. Isabella descansa en uno de los cuartos, pero su carácter indomable no permite que se quede inmóvil por mucho tiempo. Se encuentra a menudo en los jardines, acompañada por Alonzo, quien insiste en mostrarle cada rincón, llenándola de historias infantiles llenas de asombro. Riccardo, siempre el maestro de las sonrisas y los comentarios ingeniosos, se c