— Aún no me dice a qué ha venido, Astrid. ¿Puedo llamarla Astrid? ¿No es así? — sin dejar de lado su actitud de mujer ganadora.
Astrid le devolvió una sonrisa hipócrita, un gesto que le trajo amargos recuerdos a Isabella:
Estaba en la casa de la playa luego de haber pasado toda la tormenta del divorcio, hacía apenas unas semanas que Mikel había interpuesto la demanda y con su dinero y las fotografías de su supuesta traición matrimonial todo se había agilizado a favor de él.
Se había levantado con el rostro cansado y los ojos inflamados de tanto llorar, el cabello despeinado y ninguna motivación para vivir más que pensar en un plan para poder ver a Maty.
Había puesto la cafetera, necesitaba un trago muy oscuro de cafeína para despabilarse y poner su cabeza en orden, revisó el teléfono y no halló más mensajes que los de Astrid en los que le preguntaba los próximos pasos a tomar y le recomendaba no hacer nada que pudiera invocar la furia de los Wolf contra ella.
La mujer había exhalado un