Astrid había estado revisando algunas cosas en su habitación. Parecía que la mujer de la limpieza, estaba haciendo el trabajo a medias, abrió el cesto de la ropa sucia y estaba hasta el tope.
— Será mejor que saque esto de aquí y lo deje a la vista o la muy perezosa no va a llevarlo a lavar — dijo con fastidio tomando el cesto y arrastrándolo hasta el pasillo — Mañana, esa mujer me va a oír. ¡Si no hace las cosas como le dijo, la voy a poner de patitas en la calle!
Ella dejó salir con arrogancia, empujando en cesto con tanta fuerza que hizo volcar en el suelo.
Soltó un par de maldiciones y se inclinó a recoger las cosas cuando vio la camisa y la corbata que Mikel había usado ese día. Tomó ambas prendas para meterlas de regreso al cesto cuando notó algo extraño y fuera de lugar.
Una pequeña mancha de labial de otro tono diferente al suyo estaba en la corbata de su marido. Revisó con cuidado y tomó la camisa para comprobar que otra mancha del mismo color estaba también en esa prenda.
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