Capítulo 9
Pasaron dos semanas desde que llegué a Santo Tomás.

En ese momento me establecí en una pequeña ciudad. Allí el aire era fresco y la vida era relajada, lo cual se ajustaba perfectamente a mis gustos.

Alquilé un pequeño local y abrí mi propia cafetería.

Estaba ocupada todos los días y ya casi no pensaba en Julián.

“Julián, Lara y su bebé, seguro que están muy felices ahora.” Pensé en ese momento.

Cada vez que pensaba en ellos, el corazón que pensaba se había vuelto insensible se me aceleraba y sentía un leve dolor.

En ese momento, un hombre entró en la cafetería con un lindo gatito en brazos.

—Lo siento, ¿este es su gato? Estaba en la puerta de la tienda y casi se pierde.

El gatito emitió un dulce ronroneo y yo no pude resistirme a tocar su suave oreja.

—No, no es mi gato.

—Entonces seguro se perdió o es un gato callejero —suspiró el hombre y preguntó con timidez—. ¿Le gustan los gatitos? ¿Quiere adoptarlo?

Una parte de mi corazón se conmovió levemente.

Al parecer no estaba nada mal tene
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