Juanita llegó temprano por la mañana para informar:
—Desislava está afuera del palacio exigiendo verte. Está haciendo un gran escándalo, gritando y dándole patadas la puerta, no hemos podido echarla. No tuvimos otra opción más que despertarte.
Isabella se incorporó en la cama, con los ojos aún somnolientos, y quedó aturdida por un momento. ¿De verdad había venido?
Se despejó un poco y escuchó atentamente. Afuera, efectivamente, había alguien gritando. Era la voz de Desislava, acompañada de totazos contra la puerta. Si seguía armando tanto alboroto, terminaría despertando a Raulito. Aunque él estaba mucho mejor, todavía le tenía miedo a los gritos agresivos.
El primer impulso de Isabella fue levantarse de un salto y agarrar su lanza para echarla a bastonazos. Pero, dado que su hogar estaba rodeada de residencias de nobles y que Desislava seguía siendo, técnicamente, una persona respetable, no sería apropiado para la jefa de la casa rebajarse a lidiar personalmente con ella.
Bien, pensó