Cicero, mientras hablaba, no podía evitar atragantarse de comida, narrando los eventos sucedidos de manera fragmentada.
Continuó explicando que, cuando los pequeños mendigos comenzaron a dispersarse, Benito levantó la vista y vio a un niño mendigo cuya apariencia era al parecer muy similar a la de Raúl Díaz de Vivar, el hijo del segundo hermano de Isabella.
Dicho niño tenía una pierna lisiada y corría con dificultad. Cuando Benito intentó atraparlo, alguien pasó empujando un carro, derribando a varias personas. Benito se detuvo para ayudar a levantar a los heridos.
Mientras ayudaba, volvió a mirar al niño mendigo. El niño, con su pierna lisiada, caminaba lentamente hasta que un hombre corpulento lo agarró y lo subió a un carro tirado por bueyes.
En ese momento, Benito gritó impulsivamente — ¡Raúl! — y el niño, que tenía la cabeza baja, la levantó bruscamente con una expresión de asombro e incredulidad.
Benito inmediatamente corrió tras el carro de bueyes, pero el mismo carro que había