Solo tal vez me estoy enamorando

Unas grandes y cálidas manos acariciaban desde la curva de su espalda hasta el inicio de sus nalgas en una suave y cálida caricia que no le permitía salir del estado de soñolencia. Nefer no quería que esa sensación terminara. Era acogedora. El grueso brazo debajo de su cuello, el pecho duro y caliente que lo sostenía como su ancla y las piernas torneadas enredadas entre las suyas, el crudo olor delicioso que se desbordaba sobre ella marcándola. Si pudiera despertar así todos los días pues daría lo que fuera. Hacía tiempo que no sentía de aquella especial manera

Los dedos acariciaron su cuello y nuca hasta descansar en su mejilla donde corrieron un rizo rebelde hacia atrás. Nefer se revolvió sin abrir los ojos como si fuera un  gato ronroneando y solo se abrazó más a aquella fuente de calor donde dej&oacut

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