Les eché a Sofía y Ana una mirada de socorro buscando ayuda, sin embargo, Sofía me miró por un momento, bostezó y se dio la vuelta para dormir en los brazos de Carlos.
«Qué tonta era yo de haberla llevado al bar para divertirle», pensé arrepentida con enojo.
En cuanto a Ana, se cubrió con la manta para que no involucrara en el conflicto que tuve con Martín.
Ay, a quién podría acudir. Seguía llorando esperando que Martín por lo menos sintiera piedad por mí.
Por fin la cara dura de él empezaba a relajarse, pero me amenazó:
—Si no dejas de llorar, llamaré ahora mismo a tu madre.
Teniendo miedo de que mi madre se enterara de lo que había hecho, contuve el impulso de llorar y sequé las lágrimas.
Afortunadamente, pude dormirme al final, pero parecía escuchar a Martín susurrando:
—No sabes lo preocupada que estoy por ti.
…
En el primer semestre del último año de la universidad, papá tuvo un pequeño problema cardíaco y estuvo en el hospital durante casi un mes, lo cual dejó a mamá al borde de