—Sergio, déjame decirte la última vez. En esta vida puedo darte ojos, piernas y todo. Solo Luna, ella es mi vida. No pongas atención a ella, no lo permitiré.
Dijo Martín con determinación, mientras más lágrimas caían y Luna apenas podía controlarse. La mano que le cubría la boca temblaba, pero su corazón aún latía acelerado. Luna estaba muy feliz de tener a un hombre que la amara tanto. Sin embargo, Luna no podía sentarse y esperar a que él trajera la paz. También quería ayudarlo y hacer que sufriera menos.
—¿Y yo? Martín, no tengo nada, ¿qué debo hacer?
Murmuró Sergio con dolor y desesperación.
—Sergio, levántate primero. Si tienes algo que decir, podemos hablar de esto.
Dijo Martín, agachándose para ayudar a Sergio. De repente, Sergio se volvió loco y empujó a Martín. Usó sus manos para encontrar la dirección, arrastrando sus piernas inconscientes con su cuerpo.
Martín no estaba preparado y Sergio lo empujó al suelo. Su espalda golpeó el apoyabrazos de la silla de ruedas y soltó