Eileen tenía los ojos vendados y no sabía dónde demonios se encontraba.
Una vez que la habían subido al coche de color negro, le habían vendado los ojos para que no pudiera ver hacia dónde se dirigían.
No obstante, había procurado recordar el recorrido desde la mansión.
No había sido tarea fácil, pero, para no desesperarse, lo repetía una y otra y otra vez en su mente.
Sin embargo, había algo que le preocupaba aún más. ¿Qué hacía allí y por qué? Pero, sobre todo, ¿dónde estaba su hijo?
Quiénes la habían privado de su libertad, ¿serían las mismas personas que habían sacado a John del sanatorio?
No estaba segura, pero su instinto maternal le decía que era muy probable.
Si era así, quizás, si lograba escapar con vida, pudiera hacerlo junto a su hijo. Si es que aquellos malnacidos, no le habían hecho nada su pequeño.
Procuró mentalizarse de que John estaba bien y de que pronto saldría de ahí.
¿Cómo?
No tenía ni la más mínima idea.
Solo sabía que tenía que resistir todo lo posible y no sucu