Un año después, Eileen comenzó con náuseas y mareos, por lo que, inmediatamente se lo comunicó a Joseph.
—¿Crees qué...? —preguntó Joseph con los ojos desorbitados.
—Solo lo sabremos cuando me haga un test. Prefiero hacerme una prueba de laboratorio.
—¿Qué hora es? —preguntó Joseph y miró su Rolex—. Tenemos tiempo para ir. Aún no has desayunado.
—¿Quieres hacerlo ya? —lo interrogó—. Solo tengo un retraso de un mes.
—Eso y tus síntomas son suficientes para que sospechemos. ¿Por qué mejor no salir de dudas?
Eileen lo pensó por un momento y terminó reconociendo que tenía razón.
—Está bien —asintió, al cabo de un momento—, vamos ahora mismo.
...
Media hora después, Joseph y Eileen se encontraban en el laboratorio.
—Señora Anderson —dijo una bioquímica en un momento dado, cuando Eileen comenzaba a impacientarse.
Eileen alzó la cabeza.
—Ya puede pasar.
Eileen se puso de pie y se encaminó detrás de la mujer.
—Te esperaré aquí —le aseguró Joseph y sonrió para tranquilizarla.
Eile