Jamás tuve ocasión de consultar a Tilda.
Mael se marchó con sus sobrinos al día siguiente, a reunirse con los demás en el Atalaya, y la reina me llamó a desayunar con ella, Fiona y Ronda.
—Gaida está ansiosa por conocer tu nuevo hogar, hija —le dijo a Ronda tan pronto nos sentamos a su mesa, cada una con uno de sus bebés en el regazo porque eran tan adorables que no podíamos resistir la tentación de consentirlos.
—Mael y los demás planean visitar la aldea en uno o dos días —comenté.
—¿Luna Gaida no irá con ellos al norte? —inquirió Fiona sorprendida.
—No —respondió la reina—. Está cansada de tanto viajar, y la idea de una aldea entera, ya construida y lista para ser habitada, le resulta por demás atractiva.
—Podríamos llevarlas nosotras —d