El día de la boda

Más tarde esa noche, en la oscuridad de su dormitorio, sintió que su marido se volvía hacia ella en el colchón. Salvatore se deslizó detrás de ella, convirtiéndose en la cuchara grande de su cuchara pequeña, mientras la rodeaba con los brazos.

Suspiró contento

—Todavía no puedo creer que hayas regresado a mí

Amelia tomó una de sus manos, se la llevó a los labios y besó cada una de las yemas de sus dedos y nudillos con toda la ternura que guardaba en su corazón por él.

—Siempre volveré contigo, Salva— susurró

Acariciando su cuello, Salvatore la aplastó posesivamente contra su pecho

—Amelia, mi angel, tu haces que esta locura valga la pena.

Ella sentía lo mismo por él. Una pequeña sonrisa adornó su rostro cuando ella pegó su trasero contra su entre

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