Aceptando lo imposible

Amelia encontró la tarjeta de visita de Bella esa misma noche.

Su madre respondió después del décimo timbre completo.

—Finalmente llamaste.

—Sí— respondió

El resto de la charla estuvo llena de tensión, incomodidad y emociones que se sentían demasiado grandes para nombrarlas.

—Sin embargo, no parece que vayas a venir a Londres

—No.

Recibió otra llamada mientras estaba hablando por teléfono con su madre, era Giana, pero no contestó.

—¿Por qué me llamaste?

—Se trata de mi abuelo

—Ah, ya veo

La cercanía entre madre e hija era inexistente. No compartieron recuerdos, no sabían nada acerca de los pensamientos y sentimientos del otro, sus gustos y disgustos, sus creencias y deseos. Eran extrañas en todos los sentidos de la palabra.

En el mejor de los

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