Después de hacer el amor, Ariam y Derek se quedaron en la cama abrazados, aún sintiendo los efectos del orgasmo en sus cuerpos. La habitación estaba sumida en un silencio reconfortante, solo roto por la respiración profunda de ambos.

Ariam acariciaba suavemente el pecho de Derek con los dedos, mientras él le pasaba la mano por la espalda. De vez en cuando, intercambiaban miradas y sonrisas cómplices, como si hubieran compartido un secreto íntimo y especial.

El sol se colaba por la ventana, iluminando la habitación con una luz dorada y cálida. Ariam se incorporó un poco, apoyándose en un codo, y miró a Derek a los ojos.

―No quiero que esto acabe nunca ―dijo ella, acariciando suavemente su mejilla con la mano.

―No tiene que acabar ―respondió él, sonriendo y atrayéndola hacia él para darle un beso en los labios―. Podemos quedarnos aquí todo el tiempo que quieras.

Y así fue como Ariam y Derek se quedaron en la cama durante horas, disfrutando del calor y la compañía del otro, sin preo