Capítulo 83
Al enterarse de que Mateo estaba hospitalizado por sus heridas, Regina compró de inmediato un arreglo floral, fruta fresca y algunos envases de leche y fue a visitarlo.

Mateo, ataviado con la bata de hospital a rayas azules y blancas, estaba sentado en la cama jugando con el celular con una sola mano. Cuando levantó la vista y la vio llegar, le dedicó una sonrisa radiante.

—Ya te había dicho que no era nada grave, ¿no? ¿Qué haces aquí?

Regina había supuesto que, cuando él dijo que no era grave, se trataría solo de algunas lesiones menores.

Pero al verlo con un brazo en cabestrillo, la pierna enyesada y la cara cubierta de moretones, era evidente que sus heridas eran serias; además, todo indicaba que había sido víctima de una golpiza.

Dejó los obsequios sobre la mesita de noche y se sentó en la silla.

Aun así, preguntó:

—¿Pero cómo te lastimaste?

—Pues, para serte sincero, ni yo supe qué pasó. Unos tipos llegaron diciendo que me había metido con la mujer de su jefe y que me iban a dar u
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