Elena vio cómo la pantalla de su celular se apagaba. Se bebió de un trago lo que quedaba en su copa y, al intentar servirse más, descubrió que la botella ya estaba vacía.
—Tráeme otra.
No obtuvo respuesta, así que volvió a marcar el número. Pero esta vez, del otro lado solo se escuchó la voz robótica de la operadora.
—El número que usted marcó no está disponible. Por favor, intente más tarde...
—¡Apagó el celular! En serio que no le intereso nada. Tenías razón, para él ni siquiera soy su amiga.
Dejó el celular sobre la barra y tomó la botella para servirse. Mateo le quitó la botella de la mano.
—Ya no tomes más, mañana tienes que trabajar.
Como vivía cerca, solía pasar por ahí todas las noches para relajarse un rato. Fue pura casualidad encontrarse con Elena. A fin de cuentas, eran compañeros de trabajo y no podía dejarla sola. Un lugar como ese podía ser peligroso para una mujer.
Elena lo miró, con la cara llena de lágrimas.
—Me dijo que no estaba borracho... que se acostó con Regina