No le entusiasmaba la idea de volver a intimar con él, sobre todo porque apenas habían pasado unos días desde la última vez. Pero no tenía opción. Había ayudado a Sebastián a terminar su contrato, así que tenía que cumplir con su parte del trato.
Regina prefirió ignorar la situación y, tomando el control remoto, encendió la televisión. Cambió de canal varias veces, pero ningún programa lograba captar su atención. Inevitablemente, regresaba el recuerdo vergonzoso de aquella mañana, de los dos acostados en la misma cama, sin ropa.
También pensó en las marcas que le había dejado en el cuerpo y en los arañazos bien marcados en su espalda. Cuanto más lo pensaba, más insoportable le parecía estar bajo el mismo techo que Gabriel. El sonido de la comida preparándose en la cocina la ponía cada vez más inquieta.
Su mirada se posó en las cajas de condones. Incluso las contó: seis. Había comprado demasiadas.
La visión de aquellas cajas fue el colmo. Incapaz de seguir ahí, apagó la televisión, regr