El cuerpo de Gabriel se tensó. Bajó la mirada y se encontró con la dureza en los ojos de Regina; tragó saliva y dijo en voz baja:
—Aún no terminamos el trámite.
—Pero es solo cuestión de tiempo para que nos den el papel. De ahora en adelante, yo no me meto en tu vida, y tú no te metes en la mía.
Regina forcejeó para zafarse.
Enojado, él terminó por soltarla. Vio cómo se iba con Maximiliano y subía a su carro.
Sintió cómo se le venía el mundo encima.
***
Maximiliano detuvo el carro en un semáforo. Se giró hacia ella y le preguntó con una sonrisa:
—¿Qué se te antoja comer?
—¿Cómo sabías que estaba ahí?
La respuesta era obvia: la había seguido.
Al darse cuenta, Regina se quedó seria.
A él no parecía importarle en lo más mínimo; al contrario, sonreía con satisfacción.
—Supe que hoy fuiste al registro civil con él. Tenía que aprovechar la oportunidad, ¿no crees?
Ella lo miró, indiferente.
—Aunque me divorcie, no tienes ninguna oportunidad.
Su sonrisa se desvaneció y su tono se volvió serio.