—Sí, sí, sí. Esos tipos son unos salvajes, en serio. Vámonos de aquí, rápido.
La palabra "salvajes" dejó a Regina con una sensación de inquietud.
Cuando llegaron al comedor del primer piso, notó que toda la gente ahí era más o menos de la edad de Sebastián y Leo. En cuanto vieron a Sebastián, todos lo saludaron llamándolo jefe.
Cada quien siguió en lo suyo, sin prestarle mucha atención a ella. La llegada de Sebastián no causó ningún alboroto.
Leo tomó dos charolas y le pasó una.
—De allá puedes agarrar lo que quieras, sírvete lo que se te antoje.
Ella echó un vistazo. El lugar era un comedor, pero estaba decorado como el bufé de un hotel. Con las pinzas en la mano, vio que incluso había cortes finos de carne, caviar y ostiones frescos.
Se sirvió algunos de los platillos que le gustaban y siguió a Leo hasta una mesa para sentarse.
Al poco rato, Sebastián también llegó con su charola y se sentó a su lado.
Al sentirlo sentado tan cerca, la poca calma que había recuperado se desvaneció y