3 El roto corazón de Dorian

—Te vi con el semental Grayson—le dice acerca de su oído Óscar su único amigo en ese sitio, asustada se lleva la mano al corazón.

—Me asustaste, imbécil—se queja Liv mirándolo mal.

—No es mi culpa que sea tan nerviosas, cariño—responde este divertido.

—¿Semental Grayson?—cuestiona con el ceño fruncido.

—Ya sabes ese toro del que todas las vaquitas del rebaño quieren tener sus hijitos—explica como si fuera bastante obvio sin embargo Liv seguía sin entender—Jason Grayson, te aseguro que tiene pinta de semental y tú quieres ser la vaca de ese padrote—termina mirándola con picardía.

Liv oculta el rubor leve que cruza por su rostro haciéndose la desentendida.

—Solo tomamos el elevador al mismo tiempo—se excusa concentrándose en su tarea diaria antes de que llegara su jefa.

—¿Eso es todo?—cuestiono Óscar molesto y frustrado.

Óscar era el único que sabía su pequeño enamoramiento con Jason y él que la apoyaba a acercarse a su amor pero en ese momento ambos estaba perdiendo la esperanza de que el semental Grayson se fijará en ella para transformarse en el príncipe azul o en el Christian Grey de su historia.

En eso estaban cuando por las puertas entra una rubia, alta, con elegancia y su figura destilando gracia.

—Buenos días jefa—todo el departamento creativo se levanta dejando lo que estaban haciendo para saludar a la rubia casi cincuentona que acababa de adentrarse como si fuera la reina del lugar.

—Buenos días—saluda bajando los lentes oscuros para escanear rápidamente la sala y volverse a colocar los lentes adentrándose a su oficina—Wilde—la llama a lo que Liv corre a seguirla.

—A la orden jefa—dice Liv una vez frente a su jefa.

—Sabes que puedes llamarme Cláudia sin problemas—la reprende ella.

A su jefa Cláudia la llamaba La tirana, La generala y hasta Cruela sin embargo ella era muy buena y amable con Liv desde el primer día. Así que Liv no entendía porque los demás compañeros la llamaban por esos seudónimos. Claro eso fue hasta que vio lo inflexible que puede llegar a ser con sus empleados.

—¿Podrías traerme el café?—le pregunta—.  Ah y los documentos que te pedí listo ayer—Liv asiente y sale de la oficina.

A Claudia le agrada la muchacha parecía tan sincera e inocente que a veces le recordaba a si misma en el pasado.

Suspira recordando que debe llamar a ese muchachito que tiene por sobrino. Le iba a sacar más canas que las que trataba de ocultar teniéndose el cabello.

Ese muchacho debía empezar a interesarse por SINCLAIR, su hermano no iba a poder manejar la empresa solo por mucho tiempo. Thomas estaba cansado y el corazón del viejo estaba gastado, Dorian debía tomar el lugar se su padre y pronto.

Con eso en mente decide realizar la llamada, espera un toque, dos toque, tres...—Aló—le contesta la voz de su sobrino al otro lado de la línea.

—¿Te levanté?—cuestiona sin sentirse apenada si así era.

—No, en realidad estaba resolviendo algunos problemas—le responde él seco sin darle más explicaciones en tono irritado—. Me imagino que tú llamada es para saber cuándo pienso asumir ¿O me equivoco?

—No puedes seguir huyendo, Dorian Sinclair.

—Necesito más tiempo tía, aún tengo muchas cosas que resolver—le responde con esa misma excusa de siempre.

—Pues no tienes más tiempo. Tu padre está enfermo, no puede seguir manejando solo esta empresa porque el día que decidas ser un hombre y enfrentar la realidad lo vas a conseguir pero muerto—termina ella colgando molesta.

En ese momento entra por la puerta Olivia su asistente, al verla una loca idea le cruza por la mente a la rubia cincuentona.

La chica deja el café sobre la mesa junto a la carpeta dónde se encuentra los papeles que le pidió hace un momento.

Nerviosa y con las manos temblando Liv carraspear—Jefa, yo...yo necesito pedirle un favor.

Dorian suspira mirando el teléfono.

Su tía Claudia acababa de colgar la llamada molesta hace unos minutos.

Él sabía que tarde o temprano tendría que hacerse cargo de la empresa familiar, sin embargo estaba bien ahí en esa comodidad, en esa rutina que sea había establecido en su vida.

Regresa a su habitación revisando que su acompañante nocturna se haya marchado, no quería otro escándalo ridículo. No entendía el porqué todas las mañanas las mujeres le armaban una escena si él desde el primer momento les decía lo que buscaba y ya eso era todo lo que les daba, estaba empezando a creer que tenía un radar que atraía a todas las locas.

Ahora él no era el juguete, no, ahora él era el jugador. Sin embargo no se quejaba ya que en su mayoría eran excepcionales en la cama.

—Ya me voy, no te preocupes—es lo primero que le dice la hermosa castaña que lo miraba herida con voz aún cargada de esperanza antes de que él pudiera decir cualquier palabra.

Él se acercó a ella lentamente y con cuidado le limpió las lágrimas traicioneras que corrían por su bello rostro.

—Milly, sabes que no debes llorar por alguien como yo.

Ella se aleja brusca de sus brazos.

—Lo sé—dice sin mirarlo limpiándose otra lágrima que resbala por su mejilla y lo enfrenta—. Solo espero que el karma no sea tan hijo de puta contigo, Dorian.

Ella recoge su bolso del sofá marchándose sin mirar atrás con prisa.

Él se le queda mirando hasta que su figura se pierde con cierta sensación de tristeza y niega cerrando los ojos. Dorian tenía bien en claro que en algún momento el karma le cobraría factura pero por en ese instante no quería pensar en el jodido karma ya arreglaría cuentas cuando fuera su turno por ahora lo importante era decidir que hacer con su vida.

Y con el pensamiento de que tenía otro corazón roto agregando en su lista le da el comienzo a ese nuevo día.

Él no iba a mentirse así mismo, en la oscuridad de su cuarto en las noches cuando se encontraba solo aún la recordaba, la extrañaba y en ocaciones se daba el placer de imaginarla lo hacía en momentos de debilidad  y luego la ira se apoderaba de él.

Madison por un tiempo se había convertido en todo para él y Dorian pensó que era mutuo que el amor que sentía era correspondido pero fue un error entregarse por completo a ella, nunca debió confiar en esa m*****a mujer por eso él en el presente no volvería cometer la misma estupidez de enamorarse de nuevo, su corazón roto está resguardado y congelado.

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