Ignoré los golpes pero no cesaron. Quien estaba en la puerta parecía tener prisa, así que me levanté y fui a ahuyentarlos pero escuché la voz de Celeste desde el otro lado de la puerta.
El calor se extendió desde la boca de mi estómago, hasta mi pecho y luego por todo mi cuerpo. Me quemó de adentro