Carlos

El sello real se endureció en la cera roja mientras lo presionaba sobre la última convocatoria. No eran invitaciones; no podía dejar eso a elección. Cada manada en mis territorios enviaría representantes, les gustara o no. Si íbamos a derrotar a esas aberraciones, esos viles y deformados insultos al nombre del lobo, tendríamos que encontrar una manera de trabajar juntos.

Además, algo me decía que esas criaturas maliciosas simplemente eran marionetas mientras alguien con poder y riqueza movía los hilos. Tenerlos a todos en un mismo lugar me daría la oportunidad de averiguar más sobre quién podría ser. Pero por el momento, me guardé esa sospecha.

—La Alianza del Norte no tomará con agrado recibir órdenes —observó Gerard, mientras me veía trabajar.

—Les agradará menos ser destruidos pedazo por pedazo —le entregué el montón de documentos sellados—. Envía a nuestros mensajeros más rápidos, quiero que estos sean entregados personalmente a cada Alfa.

A través del vínculo de pareja, sen