Carlos
El mensaje de la Manada del Valle de Pinos llegó antes del amanecer: múltiples lobos heridos en un ataque coordinado, con heridas que no sanaban adecuadamente, por lo que suplicaban ayuda. Pero lo que captó mi atención fue la oportunidad que su petición presentaba.
Lejos de la política, lejos de las intrigas de los lobos nobles, lejos de todo lo que me impedía tener una conversación apropiada con mi compañera.
—No puedes hablar en serio —protestó Lord Marcos cuando anuncié mis intenciones—. ¿Ambos se van, la sanadora y tú? ¿Ahora?
—Son una manada pequeña bajo mi protección —le recordé—. Y estos ataques empeoran, así que necesitamos entender a qué nos enfrentamos.
—Envía guardias entonces —sugirió el padre de Victoria—. Seguramente el Rey Licán no necesita ir personalmente.
—Son una manada pequeña sin los recursos que disfrutamos aquí en Corona de Plata. Necesitan a alguien que evalúe sus defensas y entienda cómo puede ayudarles su Rey —dejé que el poder coloreara mi tono—. Neces