Salvia
Los días posteriores al incidente del envenenamiento trajeron pequeños cambios que se extendieron por toda la manada. Los lobos aún susurraban cuando yo pasaba, pero ahora, algunos me saludaban con respeto. Los guerreros que salvé se aseguraban de saludarme públicamente y sus familias enviaron agradecimientos discretos a través de Violeta.
Pero por las noches, cuando me quedaba a solas con mis pensamientos, la duda se infiltraba en mí como veneno. Ahora sabía quién era: una sanadora, alguien que salvaba vidas. Pero, ¿y antes? ¿Qué había de los recuerdos que permanecían encerrados tras ese muro oscuro en mi mente?
—Estás pensando de más otra vez —declaró Violeta, encontrándome en el jardín—. Casi puedo oler tu inseguridad.
—¿Tú no dudarías? —Toqué un pétalo de flor lunar—. Todos siguen hablando de lo bien que conozco los venenos, de lo fácilmente que los identifiqué. ¿Y si...?
—No lo hagas. —Tomó mis manos—. No dejes que sus acusaciones te hagan cuestionarte sobre ti misma.
—Pero