Capítulo 37
Carlos

Se movía por el jardín como un fantasma bajo la luz de la luna, con su cabello rubio plateado capturando la luz de las estrellas mientras clasificaba hierbas de manera mecánica. Incluso desde la ventana de mi oficina, podía ver las ojeras bajo sus ojos, y el ligero temblor en sus manos.

Mi bestia rugía bajo mi piel, recordando cómo se había encogido al entrar en contacto conmigo el día anterior, cómo se había acurrucado sobre sí misma, haciendo que su figura ya pequeña se volviera diminuta por el miedo. La urgencia de cazar a todos los que la habían lastimado luchaba contra la necesidad de acercarla a mí y nunca dejarla ir.

—Las familias nobles exigen una respuesta —dijo Gerard detrás de mí—. El padre de Victoria...

—Que se vaya al diablo.

—Carlos.

Me aparté de la ventana de mala gana.

—Lo sé. Política, alianzas, la misma mierda que les permite lastimar lo que es mío.

—¿Lo que es tuyo? —alzó las cejas—. ¿Ya se lo dijiste?

Gruñí en respuesta, lo cual fue suficiente respuesta.

La
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