Alek Vólkov
—Dasha, cariño —la llamé para que pudiera verme y en cuánto lo hizo, comenzó a intentar levantarse de la camilla aún con la vía en el brazo.
La enfermera que se encontraba a su lado al instante replicó y le dijo que no podía moverse, por lo que decidí acercarme más a ella y estar más a su lado.
Sin esperar demasiado, tomé sus mejillas entre mis manos y la miré fijamente a los ojos, encontrándome con su rostro demacrado y pálido.
—A-alek —dijo en un susurro apenas audible.
—Estoy aquí, ángel —susurré contra sus labios y dejé un suave beso en los mismos antes de separarme de ella y quedarme a su lado.
Ella a duras penas intentó sonreírme en respuesta, pues a simple vista no podía ni con un gramo de su alma, pero le salió más una mueca que otra cosa.
Dejé un beso en su frente y decidí no hacerla hablar, pues no la veía del todo bien y no quería que se esforzara más de la cuenta.
—¿Usted quién es? —preguntó con desdén la enfermera luego de unos segundos al verme