CAPÍTULO 14. ¿QUIÉN ERES?

El corazón de Antonella se agitó con fuerza, al reconocer la voz de aquel hombre, giró en su eje, y todo se detuvo en instantes para ella, observó que la miraba y luego caminó a pasos firmes por el centro de la lujosa alfombra roja de la catedral. El corazón le latió con fuerza, de forma estruendosa.

— ¡Iker! —murmuró sin poder creerlo.

Sabina se puso de pie y se separó los labios en una gran O.

— ¡Franco! —dijo para sí misma, sin poder creer que estuviera reclamando a su prima.

—¿Qué quieres decir con que fue tuya? —Rinaldi cuestionó colérico y dirigió su fría mirada a la joven.

—Ella sabe perfectamente lo que quiero decir. —Elevó su gélida mirada hacia él.

—¿Te entregaste a este desconocido? —Lisandro se acercó a su hija y la confrontó, visiblemente afectado. —¡Responde! —ordenó.

Antonella respiró agitada, intentando contener la perturbante marea de adrenalina que la estaba desestabilizando.

—Sí —contestó con voz trémula—, preferí regalarle mi virginidad a un extraño, a que me tocar
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