23. TORMENTOSO RECUERDO.
Arthur.
Recuerdos de hace 20 años.
Estábamos en las caballerizas, como todos los días después de almorzar, observando cómo los trabajadores cepillaban a las yeguas. El aroma del heno y el sonido de los animales me resultaban reconfortantes, como si el mundo fuera más simple en esos momentos. Me quedé mirando a mi caballo, mientras relinchaba y sacudía su cabeza, como si intentara sacarse el polvo del día.
Decidí salir a caminar un rato por el campo. El sol estaba en su punto más alto, y el cielo, despejado, se reflejaba en el riachuelo que corría a lo lejos. Desde donde estaba, podía ver a mi nana Lucrecia, quien, como siempre, estaba dando de comer a las gallinas. Ella era como una madre para mí y mi hermano Enzo; cuidaba de nosotros con una paciencia infinita, aunque no siempre lograba controlarnos.
—¡Arthur Arthur! —escuché mi nombre, la voz inconfundible de Enzo.
Me di la vuelta y lo vi asomando la cabeza detrás de una de las casetas, con una expresión traviesa en el rostro.
—¿Qué