—No lo haces —murmuró ella.
Después de pagar la cuenta y dejar una generosa propina, Antonio tomó a Victoria de la mano. Salieron juntos del restaurante, y al llegar a la acera, él la observó con ternura, la besó suavemente en la mejilla y la envolvió en un abrazo largo y sentido. Había insistido en escoger el coche para su hija, ya que ella se mostraba renuente a aceptarlo, alegando que no lo necesitaba. Ahora quedaba pendiente otro paso: dejar la vivienda donde Victoria vivía con su tía y mudarse a la casa que su padre le había dejado años atrás, sin que ella lo supiera.
Una vez en su habitación, Victoria revisó su móvil. Tenía numerosos mensajes: algunos eran de trabajo en la agencia, otros llegaban desde Dubái, y varios eran de Daniel. Él la invitaba esa noche a una cena familiar y le pidió expresamente que no faltara.
Mientras se arreglaba frente al espejo, tratando de verse bonita, su mente no dejaba de pensar en cómo decirle a su madre que su padre había regresado, y que quería