—¡Vete a la mierda, Andrés! Este, al escuchar esas palabras y al ver que ella no cambiaba de opinión, la tomó de las manos y la arrinconó contra la pared más cercana. La aprisionó con su cuerpo y se arqueó hasta colocar su cara muy cerca de ella. Andrés respiraba con fuerza y, poco a poco, apretaba cada vez más el cuerpo de Victoria. Así se mantuvo, observándola fijamente, mientras su corazón latía con más rapidez. Victoria no esperaba esa reacción de él; estaba demasiado cerca, era como si quisiera besarla o violarla por la forma en que la apretaba contra él.
—¡Suéltela, o gritaré! Andrés, sin mirar de quién provenía esa voz, soltó a Victoria, pero no dejó de observarla. Victoria comenzó a llorar desconsolada. Rebeca, que se había dado cuenta de que Andrés no le quitaba los ojos de encima desde que la vio, y con cierto descaro y cinismo, dejó a las personas con las que estaba hablando y se acercó rápidamente hasta donde estaba ella.
Estaba conversando con las damas de honor cuando v