**Tharion**
Me acerco a Lyra con pasos firmes, pero el corazón me golpea el pecho como si quisiera advertirme. Ella está de pie en el centro de ese círculo que se ha transformado en un campo de entrenamiento.
Sus ojos están fijos en la figura de Mikail, que es arrastrado por los guardias, pero su expresión… es otra. Es la de una herida abierta que no quiere sangrar delante de nadie.
—¿Estás bien? —pregunto en voz baja, intentando no invadir su espacio, aunque me urge abrazarla.
—Sí —dice, sin mirarme. Firme. Fría.
Mentira.
La forma en que mantiene los labios apretados, la tensión en sus hombros… es la misma de aquella noche en que creyó que el bebé había muerto por su culpa.
Yo la conozco. Demasiado.
Quiero sugerir suspender el castigo, dejar que se reponga. Pero ella levanta la barbilla y niega con sutileza.
—No lo detengas. Ella lo merece.
Sin embargo, antes de que pueda contestar, la voz de Calista rompe la atmósfera con un jadeo envenenado:
—Qué dulce. La loba rota defendida por