El ambiente estaba cargado, eléctrico, como la antesala de una tormenta brutal.
Ares no había podido emprender el viaje, pues surgieron cosas y se vio obligado a retrasarlo, por lo que la distracción de Lucía fue en vano.
Gloria se paseaba con gracia fingida por la sala donde Ares y Henrry trazaban el resto del plan. Lucía estaba de pie a un lado, con los brazos cruzados, el ceño fruncido, el desprecio saliéndole por cada poro.
—¿De verdad crees que puedes engañarnos? —Escupió Lucía, dando un paso al frente.
Henrry la miró de reojo, sorprendido por su arrojo. La humana tenía agallas, eso no podía negarlo.
—No sé de qué hablas, niña. —Respondió Gloria con su tono dulce y venenoso. —Yo solo quiero ayudar a recuperar a Isabel. ¿O acaso crees que quiero ver morir al hijo de mi esposo? —Actuó a la perfección quitándole cualquier oportunidad a Lucía de dejarla como la mala.
Ares no dijo nada durante unos segundos. Su mandíbula trabajaba furiosa, tensa, y sus ojos azules fulguraban como br