Capítulo 42: El precio de la traición

Habían pasado dos días desde el secuestro.

Dos días de encierro en aquella cueva húmeda y fría, con el eco del viento silbando entre las grietas, como una canción fúnebre que se repetía una y otra vez. Isabel estaba sentada contra una roca, abrazando su vientre con ambas manos, sintiendo el peso del cansancio, de la rabia, del asco.

Frente a ella, Logan. Su traidor, su amigo de antaño, su protector en el pasado, su puñalada en el presente.

Logan se movía por la cueva con una serenidad fingida, preparando comida, encendiendo una pequeña fogata improvisada, como si estuvieran de excursión, como si no la hubiera secuestrado.

—No te haré daño. —Dijo, su voz calmada, casi tierna, como si realmente creyera que podía redimir lo imperdonable. —No puedo permitir que ese bebé nazca, Isabel. No es tu culpa, lo sé. Tú eres… especial. Siempre lo supe, pero un hijo de Ares, un hijo de ese alfa… sería demasiado poderoso. Te consumiría, morirías dándolo a luz. No voy a permitirlo, no puedo perderte.
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