El sonido de la puerta cerrándose resonó en la habitación como una sentencia.
Isabel se quedó inmóvil, con la respiración cortada, mientras Ares avanzaba hacia ella. No había súplica en su mirada, solo una decisión fría y una tristeza que parecía devorarlo desde adentro.
Él fue el primero en hablar.
—Logan se ha marchado. —Isabel sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. Tardó unos segundos en comprender lo que acababa de escuchar.
—¿Qué? —Susurró, con la garganta seca. —¿Qué dijiste?
—Se fue. —Repitió Ares, sin rodeos. —Dijo que era lo mejor para ti… para el bebé. —Isabel se aferró a las sábanas como si al apretarlas pudiera impedir que el mundo siguiera cayéndose.
—Mentiroso. —Murmuró, las lágrimas le ardían en los ojos, pero no caerían todavía, ella no lo permitiría. —¡Mentiroso! —Espetó al fin, alzando la voz. —¿Qué le hiciste? ¿Lo amenazaste? ¿Lo chantajeaste? ¡Siempre lo haces! —Ares aguantó el golpe de sus palabras como un hombre que ya había recibido todos los golpes posi