Capítulo 49. Inoportunos
Omnisciente.
El aire en la firma se sentía tan pesado como el secreto de Alejandro. Él había pasado la noche en vela, intentando olvidar el terror al espía interno. Ahora, sentado en su despacho, solo podía pensar en la amenaza de Eva. La nueva guerra se sentía mucho más personal.
—Cierra esa puerta y ponle el cerrojo —dijo Eva, sin rodeos, señalando la cerradura.
Alejandro levantó la mirada. Él se levantó de su asiento, el enfado le subía por la garganta. Cerró la puerta de un estruendo seco y giró el cerrojo. No iba a protestar; ella ya había impuesto su voluntad.
Eva no perdió tiempo. Se quitó el vestido con una lentitud deliberada, dejando que la tela cayera al suelo... Quedó parada frente a él, vestida en una lencería de seda azul muy fina.
Alejandro soltó una exhalación corta y amarga, negando con la cabeza.
—Ya estoy cansado de ver eso, Eva. Por lo tanto, ya no me excita. Vístete.
Eva lo ignoró. Se acercó a él sutilmente, con los ojos fijos en los de él.
—Mentiroso. Posiblement