Ivanna miró la puerta cerrarse en su cara, no le gustaba esa mansión, sin embargo, durante los últimos tres años pasó gran parte de su tiempo en ese lugar, y representaba seguridad. Tenía miedo, estaba sola ante la desierta y oscura calle, y su futuro era incierto. Lo último que vio fue a Nana llorando al lado de su padre, dispuesta a irse con ella, pero él no lo permitió, la haló por un brazo y la metió en la casa.
El frío la hizo moverse, el caminar los pocos pasos hasta el arbusto cercano para buscar sus cosas representó un gran esfuerzo. Separó unas ramas y vio que Olenka las había escondido dentro. Sacó su abrigo, lo abrió con cuidado y tomó los guantes y el gorro, se caló este último hasta las orejas y puso los guantes encima de la maleta. Gimió de dolor cuando movió los brazos para meterlos dentro de las mangas,