—O… S… —dijo Johan en voz baja, reflexivo, afuera de la habitación de Rainer.
—¿Dijiste algo? —preguntó Lorena llegando con un par de cafés.
—Tengo un juego para ti, mi hermosa y preciosa Lorena… —Johan tomó el café y lo vio con recelo, como si en el fondo del vaso pudiera encontrar la respuesta—.