—¡Vamos! Te ayudo —dijo la chica llenándolo de besos, su lengua era desagradable para Román, como un gusano retorciéndose en su piel.
En el umbral del baño, Román se detuvo, apoyándose contra el marco.
—Prepara la tina… —dijo con voz de mando mientras peleaba por mantener los ojos abiertos.
Con