Por fin Bianca tiene planificado todo en su vida. Al ser huérfana desde su nacimiento siempre ha sentido que su futuro es un universo incierto. Sin embargo, con la ayuda de Richard su cuidador ha conseguido definir las metas que la llevarán a aferrarse a la seguridad que tanto anhela. Pero el destino como siempre juega mal y sucio, pues es raptada cuando acompaña a unos amigos al club Luna Escarlata, de manos de un chico guapo y misterioso de nombre Kieran, en compañía de sus amigos que lo adoran como si fuera un dios. Este la lleva a una manada de hombres lobos y decide reclamarla como suya, mientras es asechada por el alfa de la manada rival, Einar, quien es el causante de todos los padecimientos en su vida, siendo este su propio padre. Bianca se da cuenta que toda su vida ha sido una gran mentira que la han convertido en la fugitiva del alfa. Un giro de los hechos, un plan macabro, amenazas de guerra, peligro constante y un tórrido romance enmarcan la nueva vida de Bianca ahora y ya nada volverá a ser igual, teniendo una dura carga en sus manos, al igual que el destino de todos.
Leer más― ¡Despierta, Bianca! ―me grita Meg al oído y abro los ojos algo aturdida. Me paso la mano por el cuello que me duele por haber dormido mal en la silla junto a la cama de Matt, quien estuvo con fiebre toda la noche.
Pobre chico, no paraba de quejarse por el malestar, pero Richard no quiere llevarnos al hospital a que nos atiendan. Dice que están llenos de gérmenes y que uno entra con una enfermedad y sale con otras tres. A veces me molestan ese tipo de manías de su parte, como por ejemplo, no le gusta que esté cerca cuando está meditando.
Pero con eso de que no quiere llevarnos al médico se pasa. Por suerte para él, los chicos que vivimos en su casa de acogida somos muy sanos, claro, salvo cuando nos cae una enfermedad como la varicela.
Como siempre, yo estoy al pie de la cama cuando se sienten mal. No tengo ni idea de cómo curarlos. No soy enfermera ni quiero ser una, yo voy a ser abogada y lo mío son las leyes, no las inyecciones. Por suerte, todos los chicos que he cuidado se curan muy pronto. Aunque sí debo confesar que me alegra cuidarlos y ver cómo sanan.
Me hace sentir algo especial.
― ¡Vamos dormilona! ―vuelve a gritar la linda niña de ojos azules que trata de desprenderme el brazo―acaba de llegar la chica nueva, vi el auto de Maggie por la calle desde mi ventana.
―Ten calma―le digo a Meg―solo tengo dos brazos y vas a quitarme uno―trato de bromear, pero ella me hace un puchero y entrecierra los ojos. Me restriego la cara y me estiro en la silla―déjame ver cómo está Matt y ya bajo.
―Pero vamos a verla juntas, tú me lo prometiste―me reclama. Aunque para ella es emocionante recibir a una nueva hermana, como ella nos llama, para mí es algo normal. He visto tanta gente ir y venir de la casa de Richard, que ahora trato de no encariñarme con ellos, aunque, claro, es difícil no amar a la pequeña Meg, con esa mirada dulce y cálidos risos dorados.
Me le acerco y le planto un beso en la coronilla y tomo el termómetro de la mesita de noche y se lo coloco a Matt, mientras le acaricio la cabeza a la pequeña Meg. Cuando suena el marcador de tiempo, vuelvo a observar el aparato y compruebo que la temperatura está normal.
―Ya podemos ir, pequeña―le informo a la linda impaciente.
―Entonces ya Matt no se va a morir―se burla la muy descarada, mientras bajamos las escaleras al recibidor.
― ¡Por supuesto que no! ―le digo con falso asombro.
―Es que él gritaba ayer que se estaba muriendo―me comenta. Pobre Matt, le tiene miedo a todo, pero no lo puedo culpar, apenas tiene siete años y ha vivido más cosas que un niño promedio: la pérdida de sus padres en un accidente y tener que vivir con extraños desde hace seis meses.
―Claro que no, si solo era varicela―le respondo y ella me mira algo extrañada.
― A mí me dio varicela y mi mamá me cuidó por un montón de tiempo. Tenía mucha fiebre y me salieron unos granos llenos de agua. Hay que ponerle medicina por todo el cuerpo―me comenta y ahora soy yo la que quedo extrañada. En todo el tiempo que he vivido con Richard, o sea, toda mi vida, nunca he visto a ningún niño con varicela que dure más de dos días con fiebre y solamente les he visto un par de ronchitas a cada uno.
No me extraña de Meg, es un poco exagerada, la otra vez tuvo una herida que se hizo con un cuchillo y dijo que iba a morir, pero su herida se cerró en cosa de minutos, luego que le puse algo de agua oxigenada. A veces se me olvida que solo tiene ocho años y que cualquier cosa la asusta.
―Bueno, vamos a ver a la nueva, pero primero tengo que tomar café, ¿de acuerdo? ―le pregunto.
―Está bien, pero no te tardes. Yo estaré en la puerta para ver cuando bajan del auto―me dice y yo asiento con la cabeza, mientras me dirijo a la cocina.
― ¿Cómo sigue Matt? ―me pregunta Richard al entrar a la cocina, sin decirme ni hola ni nada. Típico de él.
―Ya no tiene fiebre―le respondo, mientras comienzo a colocar la mesa para los ocho puestos, como si Andrew fuera a aparecer hoy. Dejo la tetera cerca del asiento de Maggie, quien no le gusta el café. Ella es buena para ser una trabajadora social, de las cuales he escuchado historias de terror de otros chicos que se han quedado por aquí. Cuando termino, me sirvo mi taza de café para quitarme el sueño.
Maggie es la encargada de todos los chicos que llegan aquí, menos de mí. No sé quién es mi trabajadora social, pero nunca he necesitado una porque me llevo muy bien con Richard y no he querido escapar, como Andrew. Richard es un gran amigo, excepto cuando está meditando.
Al rato se aparece Velkan bajando por las escaleras acompañado del pequeño Matt, quien luce mucho mejor. Ambos se sientan a la mesa y empiezan a servirse el desayuno que ya está colocado en cuencos, gracias a Richard.
― ¡Llegaron! ―dice Meg entusiasmada, lo que provoca la molestia de Velkan y Matt, quienes estaban a punto de morder sus bagels con mermelada.
―Vamos, chicos―les pide Richard―tenemos que recibir a su nueva hermana.
Cuando los chicos, Richard y yo nos dirigimos a la puerta, Meg la tiene abierta con dos personas en el umbral. Maggie, luce igual que siempre, con ese traje marrón y negro, con la pañoleta adornando su cuello que la hace ver como una anciana, pero que a ella no le importa. A su lado, una chica de piel bronceada, cabello rojo hasta el cuello de un lado y al rape, del otro, con una chaqueta de cuero negra y botas a juego, pantalones rotos y ajustados a los tobillos y una camisa ajustada que enseña su ombligo. Típica chica de casas de acogida.
Velkan carraspea haciendo mucho ruido, lo que provoca que Matt se ría por lo bajo. Entre tanto, Meg le toma la mano a la nueva y le da un abrazo. Nadie se resiste a los encantos de Meg.
―Mi nombre es Megan―le dice―pero todos me llaman Meg.
―Hola, Meg―le responde la nueva con una sonrisa de oreja a oreja, lo que le quita un poco esa imagen de malota que tiene―mi nombre es Kayra.
―Ven, te llevo al comedor, ya está todo listo, hay bagels, mermelada, tocino, huevos revueltos, café…―Meg le continúa la lista, mientras la lleva hasta donde está dispuesta la mesa.
―Hola a todos―saluda Maggie.
―Hola―respondemos y nos dirigimos por el camino que acaba de tomar Meg y Kayra.
―Veo que la mesa está dispuesta para ocho personas―comenta Maggie con cierta suspicacia.
―Por supuesto―le responde Richard―sé que Andrew volverá.
―De eso hablaremos luego―se limita a decir Maggie.
Todos nos sentamos en la mesa a comer. Meg se sienta al lado de Kayra, la nueva, lo que me provoca un poco de celos, porque hasta hace cinco minutos yo era su favorita. Creo que será una de las pocas que extrañaré cuando cumpla la mayoría de edad dentro de unos meses. A ella y a Richard, que ha sido como mi padre, claro, muy a su manera.
Se ha preocupado por educarme en casa, a diferencia de los otros chicos que han estado aquí, que han estudiado en el colegio local. Eso ha sido bueno, porque me ha adelantado tantas materias que este año me gradué con solo diecisiete y voy a ir a la universidad en otoño, con una beca que gané. Él hizo todo lo posible para que eso pasara.
Cuando terminamos de desayunar, Richard y Maggie se dirigen a la oficina de este para conversar acerca de Andrew, el último chico que se fue de aquí. Por lo general, la mayoría de los chicos que vienen se quedan hasta cumplir la mayoría de edad, pero él se fue sin decirle nada a nadie. Sé que eso pasa en otros hogares, pero nunca habíamos tenido un caso como ese. Richard no es precisamente el mejor amigo de todos, pero nos da techo y comida, además, se preocupa por nosotros, muy a su manera, claro.
Incluso nos lleva a dar paseos de verano. Una vez nos llevó a visitar el mar y fue maravilloso respirar tanto aire puro, que sentía como mis pulmones se renovaban. Este año iremos a la montaña, en una reserva que tiene un lago. Eso es bueno porque nos aleja del estrés de esta enorme ciudad tan sucia y llena de humo y gente y autos ruidosos. Creo que cuando ya sea abogada, viviré en un lugar más pequeño y tranquilo.
―Y entonces, que hacen ustedes aquí―pregunta Kayra, sacándome de mis pensamientos.
―Lo mismo que en todos lados―le responde Velkan, que no puede disimular lo embobado que está con la nueva. Yo hago un ademán para limpiarle la boca.
―Se está saliendo la baba, hermano―le digo por lo bajo y él pone los ojos en blanco y se acerca a la nueva. Yo decido dejarlos solos, así que me llevo a los niños a la parte de atrás, para que recojan los platos y me dispongo a fregar. Cuando termino, mando a Matt y a Meg a jugar en el patio trasero y yo me dirijo escaleras arriba hasta mi habitación. Es una ventaja de haber crecido aquí desde que era un bebé, me he ganado el derecho a tener mi propia habitación.
Pero abro los ojos como platos, cuando veo a Velkan arrinconando contra la pared a la nueva, Kayra, quien se lo está comiendo a besos. Las manos de los dos están por todas partes y están tan acaramelados que hasta me da envidia.
― ¡Dios! ―les digo con falsa sorpresa―al paso que van, tendré sobrinos pronto―me burlo. Ambos se separan con una sonrisa pícara y mirando para paredes diferentes.
―Queríamos proponerte algo, pero tiene que ser algo entre nosotros―me dice Velkan, como si no los hubiera encontrado metiéndose mano.
―A ver, dispara―le respondo.
―Pues―dice un poco dubitativo, pero me mira a los ojos con una sonrisa retorcida― es que te la pasas trabajando tanto aquí y creemos que querrías salir a un club.
―Conozco uno cerca, se llama Luna Escarlata, es para adolescentes, te va a encantar―añade Kayra con una sonrisa, mientras me pasa el brazo por los hombros.
―Club para adolescentes, mis narices―les respondo y doy un bufido―no hay tal cosa y no tengo una identificación falsa.
―Tranquila―dice Kayra―yo tengo todo arreglado. Conozco al seguridad de la puerta. Unos amigos míos estarán en la ciudad y quiero saludarlos.
―Velkan, conoces a Richard, nada de ir a clubes y lo sabes―si lo sabré yo, cuántas veces no se lo he escuchado decir a todos los chicos que han pasado por aquí.
―Él no tiene por qué saberlo, Bianca―me guiña un ojo y yo pongo los ojos en blanco―vamos, hermanita, ¿no estás cansada de ser la niña mimada de Richard?
―No soy la niña mimada, solo soy la que más ha estado aquí―le espeto poniendo los ojos en blanco. Kayra me mira haciendo un puchero, aún con el brazo sobre mi hombro.
―Vamos, piensa que es mi bienvenida a la casa de Richard―me dice y yo medito un poco. En realidad, nunca salgo de la casa, hasta estudio aquí. Mi vida social es un gran cero. Además, esta chica tiene cara de divertirse y mucho, así que nada se interpondrá entre ella y el club esta noche.
―Está bien, vamos―les digo a ambos, levantando mis manos a manera de rendición. Ellos intercambian una mirada de complicidad que no me tienen que aclarar. Parece que en los cinco minutos que tienen de conocerse es suficiente para entenderse de toda la vida. Como si fueran dos imanes. Eso es bueno para Velkan, que es un poco esquivo a veces. Parece eso que le llaman amor a primera vista, aunque me siga pareciendo ridículo.
Un mes y medio después. Estimada alfa de la Manada Plata y de la Manada de los Desterrados: Sé que tienes demasiadas obligaciones como alfa de dos manadas, pero quiero hablarte de tus responsabilidades como luna. Entiendo que todo esto de aprender sobre la marcha el significado de ser un alfa y que sea por partida doble, además, teniendo que lidiar con lobos de una manada tan orgullosa y que no quiere mezclarse con miembros indeseables de nuestra sociedad, o el hecho de que la naturaleza salvaje de los desterrados, a quienes les ha tocado encarrilar tanto mi padre como tu madre ha sido demasiado complicado, o que tu tiempo ha tenido que dividirse en cuatro, siendo alfa de dos manadas, luna en otra y hermana e hija de una familia que ahora se reúne, después de todo lo que ha sufrido, se sienta muy pesado para ti. Te diría que creo que te perdonaría si estás con tu madre y tus hermanos en la manada Media Noche, ahora
La hilera de soldados que se encuentran detrás de Einar tienen sus manos convertidas en garras y están mostrando sus dientes en mi dirección, con la boca babeante, tratando de lucir intimidantes. Pero esta vez no estamos solas, como cuando estuvimos hace un rato rodeadas de enemigos, ya que los lobos a mi espalda están dispuestos a luchar por mí y tomo fuerza del coraje que infunden. Entonces somos nosotras las que nos reímos con ganas esta vez, porque es nuestro momento de demostrarle que ya no somos la lobezna que él piensa. “Supones bien, Einar”, le respondo mentalmente, “tampoco es que vayas a tener alguna oportunidad”. ―Reconozco que eres fuerte, Alanna―me contesta también sonriendo triunfante, como si esta fuera su oportunidad―pero eres muy joven y no tienes experiencia. En cambio yo he estado preparándome toda mi vida para lo que va a ocurrir y tú, cachorra, no vas a impedir que lo consiga. “Si, si, ya recuerdo”, me burlo de él, “porque
Los soldados frente a nosotras han sacado sus garras para cortarnos en pedacitos con sus caras de rasgos lobunos mostrando los dientes y la espuma saliendo por sus bocas. Sus ojos están inyectados en sangre y de su nariz emana vaho, inhalando y exhalando con fuerza. “Olemos a miedo”, me dice Niebla y tiene razón, porque tenemos el corazón a mil por hora, “pero ellos no son rivales para nosotras, Bianca, tienes que confiar en mí, no nos van a vencer”. "¿En serio?", me burlo, "es todo un escuadrón y, por si fuera poco, hay un alfa y cuatro omegas que quieren una parte de nosotras, creo que tengo suficientes razones para temer". "Solo no lo demuestres, ¿quieres?", me pide. Así que luchamos contra el instinto primario de bajar las orejas y colocar nuestra cola entre las patas traseras. Procuramos levantarnos a todo lo que da nuestra enorme altura y les mostramos los dientes con la boca babeante, gruñendo. Nuestro lomo está totalmente encrestado y afianzam
Un escalofrío recorre mi columna vertebral, aunque mis músculos siguen sin reaccionar, lo que me deja totalmente vulnerable ante estos asesinos. Es cuando me pregunto cómo rayos pasé de ser la prisionera de Einar a ser raptada por sus propios esbirros, que no se detienen siquiera a pensar a quién le quitan la vida y no es que sintiera simpatía por Baylor, pero lo aniquilaron como a una cucaracha. Tal parece que no hay honor entre ladrones, o entre asesinos, por lo menos. “No nos van a matar”, me susurra Niebla, que ha entrado en pánico y trata de convencerse a sí misma. “No, todavía”, le confieso, que también siento terror. ―Quería que fuera más sencillo―confiesa―quería crear una distracción en la van y lograr capturar a Baylor para que nos dejara entrar a la base, pero tenías que entrar en pánico y volver a colocarle la droga a Alanna. ―Tú mismo lo dijiste, podía volcar el auto y rompernos el cuello―se excusa el esbirro―se supone que deberíam
―Se está despertando, Baylor―dice un lobo cerca de mí al cual no reconozco. Intento abrir los ojos para entender dónde estoy, pero mis párpados están pegados con cola. Tampoco es que pueda mover el resto de mi cuerpo. Es como si mi cerebro les ordenara algo y ellos les sacaran la lengua. Por el sonido, sé que estoy en un vehículo, que me está trasladando a quién sabe dónde. Es cuando empiezo a hacer memoria. Lo último que recuerdo es que sentí un piquete y me desmayé. Ahora estoy en un vehículo con… Baylor y sus amigos. Cómo rayos es que terminé aquí y cómo es que Baylor y sus amigos me están llevando. "Mamá tenía razón", dice Niebla, "Baylor es malo y ella lo supo desde que lo conoció". "Hasta el imbécil de Lars y sus sospechas de que alguien me seguía estaba en lo cierto", le respondo, "él nos advirtió y no le hicimos caso". "También tuvimos sospechas sobre Baylor", reconoce, "pero nunca pensamos que llegara a esto", añade, "es un cobarde, s
La caravana de los lobos se compone de miembros de varias edades. Los más jóvenes siguen en su forma humana al igual que algunos que traen equipajes y mochilas consigo. Otros, los que se encuentran delante de la columna de individuos o muy atrás de esta, se encuentran transformados en lobos o tienen las garras listas para atacar a cualquiera que intente introducirse en el tumulto. A medida que avanzan, los transformados recuperan su forma humana y tres figuras sobresalen, las cuales recuerdo de nuestra batalla en la manada Plata. Entonces aquí estoy, esperándolos a todos como la luna de la manada Luna Escarlata, en espera de que Kieran o los otros alfas no demoren y acabemos con este protocolo de una buena vez. En serio, prefiero enfrentarme a tres Lars a la vez, que tener que usar la diplomacia con otros tres pomposos y arrogantes alfas. ―Parece que tendremos que ser el comité de bienvenida, Bianca―dice mi madre que ha decidido acompañarme―no queremo
Último capítulo