Capítulo 1.

|CAPÍTULO 1|

Polonia, año 1790.

Ambar:

Despertar era un verdaderos reto para mi ya que a penas escuchaba el cantar del gallo debía despertarme, mi espalda dolía todavía debido al trabajo de ayer en la taberna de Gorgol, como era de costumbre tenía que trabajar para poder comer, por suerte lo hacía una sola vez a la semana, cosa que me facilitaba un poco para hacer los quehaceres de la casa.

Me puse de pie a mirar por la ventana el lindo amanecer qué el día me entregaba, era una vista maravillosa, así como todos los días, empezaba una mañana tediosa. Tomé el balde con agua para lavarme el rostro y parte de mi cuerpo, me quite la bata de dormir para ponerme el vestido que usaba para hacer los quehaceres, ya estaba desgastado pero era el único que podía usar ya que el único bonito que tengo, esta guardado en mi cajón, era de mamá así que lo cuido como a mi vida.

Me hice una trenza y puse el pañuelo sobre mi cabello, salí de mi cuarto mirando hacia la habitación de mi padre quien dormía pasando la borrachera, como siempre. Empecé a despejar todo a mi paso ya que siempre llega y tira todo lo que encuentre, típico de el, abrí las ventanas de la cocina y la puerta que llevaba hacia el patio trasero, tome un poco de maíz para lanzarlo a las gallinas, el pasto para las ovejas y agua para mi mariposa, ya esta a punto de dar a luz  su bebé.

—Hola mariposa —acaricie su enorme panza— ya falta poco, ánimo.

Mariposa fue entregada a mi padre cuando era pequeña y desde entonces ella es la que nos da la leche, siempre trato de cuidarla lo más que puedo para que siga dando mucha leche.

Cómo todos los días, la ordeñe hasta sacar suficiente para todo el día, ya listo ingrese de nuevo a la casa a encender la estufa con la leña, de todos los trabajos de que hacía, este era el que más odiaba ya que mi padre es tan inútil qué siempre trae leña mojada y es más difícil de encender. Al fin encendida, empecé a preparar el pan para el desayuno ya que a mi padre le gusta recién hecho, si era delicioso pero era mucho trabajo, por suerte se me ocurrió la idea de moler el trigo para solo tenerlo listo, fue una gran idea ya que me ahorro mucho más tiempo cocinando. Lo mismo hice con el arroz, los granos y demás alimentos, desde que hice eso me he ahorrado mucho más tiempo.

—Buenos días padre —le dije al verlo salir de su habitación quejándose.

—Dame de comer mujer.

Asentí, le deje la leche tibia sobre la mesa junto con el pan caliente, luego empezó a comer, como siempre tenía que esperar que el comiera para yo poder hacerlo, ya que odia qué esté con el.

Jamás me ha afectado qué el no me quiera, de hecho no me importa, pero lo que si me duele son sus comentarios hacia mi, la forma en que me trata y en la que me golpea, al igual en la forma tan inapropiada en la que a veces estando ebrio, me toca y tengo que soportarlo ya que me hundo en el miedo de no poder defenderme.

Verlo comer de esa forma me hizo tener náuseas, así que lo deje que comiera y yo ir a lavar la ropa al río.

—Hoy iras a la taberna a trabajar.

—Padre ¿Porque? Ya lo hice hace dos días, no me toca trabajar ahi.. —azotó la mesa asustandome.

—¡No respondas! ¿Cuántas veces tengo que decirte que si yo hablo, no debes responder?

—Lo siento..

Se puso de pie para venir hasta mi y tomarme de los brazos con fuerza, su aliento a cerveza me causaba repulsión.

—Tienes que trabajar para pagar lo que bebí anoche ¿entiendes? Soy tu padre y tu deber es obedecer Ambar ¿lo entiendes?

—Lo entiendo padre..

—Bien, me gusta cuando eres obediente —sus manos bajaron por mis brazos causándome repulsión.

—Padre no lo hagas.. —estaba asustada.

—Eres idéntica a la zorra de tu madre —apretó mis brazos— es una lástima que no pueda tocarte más allá, virgen me valdrías mucho más.

Dejo un beso en mis labios, luego se volvió a sentar a comer como si nada, casi siempre hacia esas cosas, eso estaba mal y me causaba tanto asco que el siendo mi padre hiciera eso cada vez que tuviera oportunidad.

Con mis lágrimas a punto de salir, empecé a recoger la ropa para ir hasta el río a lavarla, era un camino un poco largo así que debía ir rápido y regresar para hacer el almuerzo. Puse la cesta sobre mi cabeza y así pude ir caminando hacia el río, ya llegando me dispuse a lavar la ropa de mi padre y el único vestido que tenia.

Mientras lavaba las ropas miraba el castillo qué estaba en la colina, desde niña escuchaba rumores sobre ese lugar y sobre los Reyes, se dice que fueron hechizados para permanecer jóvenes para siempre y así poder ver morir a sus seres queridos, ambos Reyes fueron condenados a la juventud eterna por parte de una hechicera, hasta ahí es la historia, supongo que las personas se inventan cosas para llamar la atención de los demás, son solo historias.

También hay rumores de que tienen más de una concubina, ya que están buscando la indicada qué pueda romper el hechizo qué según tienen, de solo pensarlo me causaba escalofríos.

—Las personas y sus historias.. —murmure.

Después de lavar toda la ropa que no era mucha por cierto, volví a la casa después de un largo camino bajo el sol, me gustaba hacerlo ya que era temporada fresca y era agradable salir a pasear aunque no lo haga con frecuencia. Al regresar puse la ropa a secar en las cuerdas, ingrese a la casa a empezar a preparar el almuerzo.

No recuerdo mucho sobre mi infancia, ya que bloquee todos esos recuerdos y me enfoqué en aprender a valerme por mi misma, no tengo algún recuerdo de mi madre ya que según mi padre ella se fue con otro hombre con mucho más dinero dejándome aquí con el, así que me tocó vivir con el todos estos años. Mientras crecía tenía dudas sobre mi vida, del como crecía ya que no tenía a nadie a quien preguntarle del porque cada cierto tiempo salía sangre de mi intimidad, de los bultos en mi pecho y de lo ancho de mis caderas, me había asustado de esas cosas hasta que escuché a una señora en la calle diciendo que su hija ya había crecido, se había convertido en una señorita, entonces yo también lo era ya que tenia los mismos síntomas de su hija, así que caí en cuenta de que había crecido al igual que ella, con la gran diferencia de que ella era bonita y yo quizá no tanto.

Crecí con la idea de que no era tan bonita debido a que me parezco a mi madre según mi padre, qué odiaba mi rostro así que supuse que lo era al parecerme a ella. Así que evitaba a toda costa mirar mi reflejo en el río, quería creer que no merecía ser bonita así como lo son las chicas de mi edad.

—Faltan tomates —solté un suspiro— tengo que ir al pueblo por un par.

Tomé la pequeña cesta con unas monedas y salí a toda prisa de la casa, por suerte el pueblo no estaba tan lejos de casa así que sería rápido, quería aprender a cultivar verduras pero no sabía cómo, siempre se me morían las plantas así que me rendí en aprender.

—Ambar linda —la señora Meyer me sonrió— ¿qué se te ofrece?

—Solo vine por un par de tomates.

Ella asintió y metió los tomates en la cesta, le di la moneda y ella me dio de regalo un pan dulce, siempre que venía me daba uno ya que no se me permite comer dulce ya que a mi padre le molesta, siempre me como el pan a escondidas o solamente lo hago en el camino.

Se escuchaba el bullicio de las personas, mire hacia aquella dirección, venían los guardias de los Reyes en sus caballos.

—Los Reyes han peleado ésta vez por defender las fronteras —escuche a una mujer—, pero no los veo por ningún lado.

—¿Será que esta vez si han muerto?.

—Lo dudo, ya saben lo que se dice, que son inmortales.

—Son habladurías nada más.

Decidí no seguir escuchando nada más, debía regresar a cocinar antes de que mi padre llegara, llegando a la casa, escondí el pan dulce y seguí cocinando, tenía que estar la comida lista antes de que el llegara.

¿Serán ciertos los rumores? ¿Serán inmortales? No, no creo que sea así.

✨🌹✨

 

La noche había llegado, aquí estaba, trabajando en la taberna de Gorgol para pagar lo que mi padre se bebió, a pesar de que este lugar esté lleno de hombres borrachos y mal olientes, ninguno me ha faltado al respeto ya que todos aquí me han visto crecer y me respetan, cosa que aprecio mucho.

—Ambar lleva ésto a la mesa de Falco —asentí.

Tomé las enormes cervezas y las dejé sobre la mesa.

—Gracias linda —Falco sonrió con esos dientes de madera qué lo hacían ver gracioso—, deberías ir un día a la casa para que mi esposa te enseñe a leer y escribir, eso te ayudaría mucho.

—Lo aprecio, pero sabe lo que pasaría si aprendo a leer, no quisiera problemas.

—Entiendo —dio un trago—, escucha.. Se lo que hace tu padre contigo —se puso serio— No puedo hacerle nada por ahora, pero llego a descubrir de que ha querido lastimarte, voy a sacarle los dientes y me haré una dentadura nueva.

—No te preocupes.

Lamentablemente aquí en ésta nación no se pueden hacer acusaciones sin atrapar a la persona en dicho acto, así que a nadie le consta lo que mi padre hace conmigo. Mientras viva con el, el tiene poder y potestad sobre mi, también a decidir que hacer conmigo. Por eso es que jamás quiso que yo aprendiera a leer o escribir ya que según el, las mujeres solo servimos para estar en casa y tener hijos. No sabía realmente si era cierto, crecí con esa idea, aunque algo dentro de mi sabía que el estaba equivocado.

Trabaje en la taberna por unas dos horas, así pude cubrir lo que bebió anoche, me despedí de Gorgol y regrese a casa, al llegar a la puerta escuche cosas romperse, estaba borracho de nuevo. Con mucho miedo abrí la puerta de la casa y el estaba sentado esperándome.

—Padre.

—Ve a tu habitación..

Rápidamente entre a mi habitación y cerre la puerta, no pasó demasiado tiempo cuando entró dándole una patada a la puerta.

—Padre cálmate por favor..

Me tomo de los brazos y me lanzó a la cama para subirse encima de mi le arañe el rostro pero me dio una bofetada en el rostro, aun así me defendí como pude.

—¡No lo hagas! ¡Si me lastimas te colgaran! —se detuvo y se bajó de mi, luego salió de mi cuarto.

Sentí mi corazón latir con fuerza en mi pecho, tenía que salir y respirar, así que salí de mi habitación.

—¡¿A donde vas?! —me gritó, yo solo corrí con todas mis fuerzas directamente hacia el río, la luna estaba brillante, era mi única acompañante mientras huia de el, ya después de estar lejos me detuve a respirar un poco.

Me había metido al busque junto al río, estaba decidida qué pasaría la noche aquí, era mejor que estar dentro de esa casa.

—¿Qué haces aquí?

Solte un grito al escuchar esa voz, había un hombre en un caballo negro ¿será la muerte?

—Te hice una pregunta.

—Yo.. Yo vine a.. A bañarme al río.

—El río está bastante lejos —se bajó del caballo, tenia una especie de armadura puesta— ¿estas perdida?

—No —negué de inmediato— solo quería caminar un poco.

—Primero dijiste que ibas a bañarte al río —se acercó más a mi ya que no podía verlo bien— Así que ¿Cuál de las dos es mentira?

La luna me dejó verlo, quedé impresionada al ver al Rey Zarek frente a mi.

—¿Cómo te llamas?

—Ambar, su majestad —baje la cabeza, lo sentí posarse frente a mi, me asuste cuando su dedo subió mi rostro.

No podía ver sus ojos, pero sabía que eran del color del cielo.

—¿Ambar qué?

—Solo Ambar.. Su majestad.

—¿No tienes apellido?

—No su majestad, no tengo —se separó un poco de mi.

—¿Qué haces de noche por aquí? Puede ser peligroso.

—Solo quería respirar un poco, me sentía encerrada en casa..

—Voy a creerte Ambar —escuche su risa—, vete a casa, una señorita no debe estar a estas horas fuera de casa, no es apropiado.

—Lo siento yo.. —me quede callada al escuchar que venía otro caballo, este era blanco, en el estaba el Rey Stefan.

—Zarek te estaba buscando —se bajó del caballo, luego me miró— ¿Quién es ella?

—Solo Ambar —ambos se miraron, el le asintió a su hermano.

—Así qué.. Ambar —asentí— ¿Sabes que el bosque es peligroso?

—Lo sé, ya me iba —mis manos están sudando.

—¿Donde vives?

—Ah... Yo.. Vivo cerca de aquí.

Estaba estupefacta al verlos a ambos, son tan parecidos.

—¿La escoltamos? —El Rey Zeker le preguntó a su hermano.

—Claro —me miró— guianos a tu casa Ambar, es tarde, no deberías estar por aquí.

—No es necesario en serio.. Puedo irme sola..

—Es una orden —dijo Stefan, no me quedo de otra que asentir y empezar a guiarlos de regreso a mi casa.

Yo iba adelante de ellos pero sentía que estaban mirándome a espalda, me sentía pequeña e intimidada, la luna dejaba ver las sombras de ambos, la mía no se veía ya que estaba tapada por la de ellos, vaya que eran muy altos.

Habíamos llegado a la casa, todo estaba el silencio, supongo que mi padre se fue o está dormido.

—¿Vives aquí? —el rey Stefan no dejaba de mirar mi cara con molestia ¿Porque?

—Aqui vivo su majestad —voltee a verlos—, muchas gracias por traerme, lamento si fui una molestia —hice una reverencia para ambos.

—No lo fuiste —dijo el Rey Zarek— nos vemos Ambar.

¿Nos vemos? ¿Que quiso decir con eso?

Continuará...

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