Ava DeCostello
New York
–Te doy más de uno, mi mujer maravilla.
Nos consentimos un rato en la cama y después bajamos juntos, tomados de la mano, hasta llegar a la cocina. Yo había hecho algo sencillo, pero nutritivo de desayunar, unos omelette con jamón y tocino y Eryx, apenas olió el desayuno y vi que se le hizo agua la boca. Éramos un equipo muy sincronizado porque, él sirvió el jugo y yo, serví la fruta y los omelette en los platos y también serví mi leche y a Eryx, su café recién hecho.
–Gracias Ava, pero sabes que a mí me gusta atenderte desde temprano – Eryx hizo un puchero – Estamos en la recta final de tu embarazo y no quiero, que por ningún motivo te vaya a pasar algo.
Eryx, era demasiado protector, y me encantaba, solo que yo sabía cómo era todo eso de los últimos días del embarazo, tenía que estar preparada para cuando llegara nuestra hija, aunque iba a llegar cuando ella quisiera.
–Ya amor, no te quejes. Yo nací hiperactiva y así seré hasta el fin de mis días. Además, la