Mariah se quedó un poco incrédula al escuchar aquella historia.
—¿No es suficiente con hacer una prueba de paternidad para saber si es tu hijo biológico?
Luca negó con la cabeza.
—No es tan simple. Beatriz es muy astuta; me temo que hasta los resultados de la prueba podrían ser falsificados. Además, ya se ganó al viejo. Él cree que Ezra es su nieto, y a estas alturas, sea verdad o no… ya dejó de importar.
Mariah escuchó en silencio, chasqueando la lengua ante tantos giros dignos de una familia rica. Los Kensington eran bastante sencillos comparados con esto; en familias más complicadas, aquello podía convertirse fácilmente en un drama digno de un palacio.
Por supuesto, Mariah no dejó pasar el punto clave de sus palabras y presionó:
—Entonces… ¿te importa si Ezra es tu hijo biológico?
La mano de Luca tembló levemente alrededor de la copa de vino.
Jamás se había planteado esa pregunta. Desde que Ezra era pequeño, rara vez había prestado verdadera atención al niño. Aun cuando Ezra era ob