La voz venenosa le recorrió la columna a Senna, haciéndola estremecerse. Estaba a punto de lanzarse del columpio cuando un empujón súbito y violento la hizo volar hacia adelante. Soltó un grito de sorpresa al estrellarse contra el suelo.
Justo cuando trataba de incorporarse, un dolor agudo y ardiente atravesó su abdomen. Su rostro se tornó pálido como la muerte.
—¡Deberías haber muerto hace tres años! ¿¡Por qué sigues viva!? —se burló Astrid, vestida de sirvienta para colarse. Empuñaba un palo de madera, su rostro torcido por el odio—. ¡Si no fuera por ti, ya sería una actriz galardonada! ¡Mis contratos serían infinitos! ¡Arruinaste mi carrera, ¿no era suficiente?! ¡¿Por qué tuviste que arruinar también mi matrimonio?!
Cuando levantó el palo, de repente percibió un olor metálico—sangre. Al mirar hacia abajo, vio el líquido carmesí recorriendo la pierna de Senna. Se quedó paralizada un instante antes de que su furia estallara.
—¡Maldita mujer… estás embarazada otra vez!
—¡Me duele… ayú