Todo había salido tan bien que incluso a ella misma la sorprendía, como si alguien más estuviera colaborando en secreto.
Desde cualquier ángulo, había salido beneficiada.
En cuanto regresó a la empresa, fue directa a contarle la buena noticia a Mariah.
Al escuchar que todo el esfuerzo no había sido en vano, Mariah finalmente se relajó y se dejó caer en el sofá de la oficina presidencial, completamente agotada y sin un ápice de energía.
—Presidenta, mi querida presidenta… ya que aprobaron el proyecto, ¿puedo tomarme dos días libres para descansar? —rogó, casi a punto de llorar de cansancio.
Vanessa sonrió y asintió, pero antes de que Mariah pudiera celebrar, añadió:
—Solo espera un poco más. En cuanto firmemos el contrato de colaboración, puedes tomarte tres días libres. ¿Qué te parece?
Aliviada, Mariah no tuvo ninguna queja. Se levantó de un salto, emocionada, y estiró su meñique para sellar la promesa.
—¡Trato hecho!
—Qué infantil eres —se burló Vanessa—. Ahora vuelve a trabajar; si