Sin embargo, aunque Vanessa había colocado algunos espías dentro de la sucursal Ness, la fuerza aún era insuficiente. Temía que los hombres de Beatriz la descubrieran en cuanto pusiera un pie fuera de la oficina.
Tras pensarlo varias veces, Vanessa no tuvo más opción que recurrir a una estrategia ingeniosa: intercambiar ropa con una de sus subordinadas. Ordenó que esa subordinada se disfrazara de ella y saliera apresurada del edificio.
Tal como lo esperaba, los lacayos de Beatriz cayeron en la trampa por completo, siguiendo de cerca a la falsa Vanessa.
Aprovechando esa distracción, Vanessa consiguió escapar con la ayuda de su asistente.
Beatriz, todavía retenida por Raymond, solo pudo observar impotente mientras todo sucedía ante sus ojos. Incapaz de avisar a sus subordinados, se sintió tan frustrada que casi se mordió los labios de rabia.
Inútiles… todos unos inútiles, masculló en su interior.
Vanessa había dado instrucciones claras: una vez que ella escapara, ya no había necesidad d