Valeria abrazó a su madre con más fuerza, buscando refugio en ella.
—Eres la mejor mamá del mundo. Cuando estás conmigo, me siento tan tranquila.
—Tranquila, no es para tanto.
La actitud de Lorena era seria; no estaba para bromas. Sabía que la visita inesperada de Eduardo, sumada al comportamiento extraño de su hija, no era una coincidencia.
Estaba segura de que algo había ocurrido entre ellos. De lo contrario, no estaría actuando de esta manera. Hasta hace poco, a ella le gustaba mucho Eduardo. Conocía el carácter de su propia hija.
Como su madre cambió de expresión, intentó suavizar el ambiente con un tono juguetón.
—Veo que no se te escapa nada.
—Pues claro. Eres mi hija, ¿cómo no voy a saber cómo eres?
—Mamá, si te cuento, tienes que prometerme que te vas a calmar y que no les vas a decir nada a los Vega. Además, esto es un asunto entre nosotras.
Lorena la interrumpió con un gesto impaciente.
—Ya, ya, deja de hacerte la interesante. Está bien. Ahora dime qué pasó de una vez.
La ser