Pero con el tiempo, empezó a sentir que no podía seguir así; su vida se sentía vacía y sin rumbo.
Así que, para llenar sus días, se inscribió en clases de baile y de finanzas, dedicándose a sus nuevas actividades.
Por su parte, no era que Daniel no quisiera ir a buscarla, es que no tenía ni un momento libre.
Su padre lo vigilaba a todas horas, como si fuera un prisionero, sin dejarle un solo momento de libertad.
A estas alturas, ya ni siquiera quería volver a la casa de su familia.
Ese mundo solo estaba lleno de intrigas y manipulaciones.
Para su padre, la felicidad de su hijo no valía nada, no le servía para ninguno de sus planes.
Al darse cuenta de esto, la determinación por estar con Laura solo se hizo más fuerte.
Todas las demás solo se le acercaban por su dinero, pero ella era diferente.
Durante todos esos años, había estado a su lado de forma leal y sencilla, sin pedirle nunca nada.
Y sin embargo, solo por su origen humilde, sus padres se habían negado a aceptarla.
Pero ellos ya