—Señor Mendoza, yo… yo de verdad no me esperaba que esa maldita muchacha fuera a…
Javier Ortiz tragó saliva con dificultad, le temblaba la voz de forma notable.
—¡Ella… ella ahora es… es completamente diferente a como era cuando llegó a la empresa!
—¿Diferente? ¿A qué te refieres con diferente? ¡Explícate de una vez!
Lo interrumpió Daniel con fastidio, su tono cargado de desdén.
—¿No eras tú el que presumía de tenerla comiendo de tu mano? ¿Y ahora resulta que hasta hizo que te corrieran? Puto inútil.
Javier sintió que se le revolvía el estómago. Intentó explicar, tartamudeando:
—Señor Mendoza, ella… ella se ha vuelto muy… no sé. Le han de estar ayudando. Yo… yo no puedo solo contra ella.
Le contó lo que había pasado en la mañana, exagerando los detalles, haciendo hincapié en cómo Sofía lo había derribado con una llave impecable y cómo lo había dejado en ridículo delante de todos en la oficina.
—¿Una llave? —La voz de Daniel denotaba incredulidad.
—¿A ti? ¿Cómo te va a tirar una mujer?